RESENÃ A “PUPILAS DE LOCO” DE VICTORIA MORRISON – por Claudia Vila Molino

Leer este libro implica adentrarse en la pequeña y gran muerte, como sombra que levita en forma trascendente y no opone resistencia. Sabiendo que en nuestra cultura occidental la actitud frente al suceso de la muerte lleva consigo una gran carga de temor, desgarramiento y dolor frente a un hecho ineludible, como es enfrentarse cara a cara con el temor a lo desconocido. Debido a esto, asombra esta hablante quien transita desde el inframundo hacia el exterior, en cierta medida su poética posee sesgos del gótico, llevado a nuestra época contemporánea. Ella descansa en las aguas mortuorias adquiriendo naturalidad y como una transeúnte con experiencia en estos lugares se desplaza hacia la vida y luego vuelve a sumergirse en los hábitos del antiguo mundo.

Uno de los referentes inherentes a este tipo de poéticas es Edgar Allan Poe, quien es el padre de los relatos detectivescos y también cimenta las bases del cuento de terror: “Y así, durante toda la noche, permanezco tendido al lado/ de mi querida, mi vida y mi novia, allá en el sepulcro junto al mar/en su tumba junto al mar sonoro” (70). Por otro lado, el texto en su totalidad está fundamentado en la temática de Leopoldo María Panero, de quien la poeta es una gran admiradora. “los pájaros /que no existen/el manicomio lleno de muertos vivos/el manicomio lleno de muertos vivos/el manicomio lleno de muertos vivos/Estas flores son cadenas/y yo habito en las cadenas /y las cadenas son la nada/y la nada es la roca /de la que no hay retorno (…) (88).

La imaginería exótica, retorcida, sigue la técnica: la de contrastar la belleza y el horror, lo familiar y lo unheimlich (lo no familiar, o inquietante, en la jerga freudiana). Blake, Nerval o Poe serán mis fuentes, como emblemas que son al máximo de la inquietante extrañeza, de la locura llevada al verso: porque el arte, en definitiva, como diría Deleuze, no consiste sino en dar a la locura un tercer sentido: en rozar la locura, ubicarse en sus bordes, jugar con ella como se juega y se hace arte del toro, la literatura considerada como una tauromaquia: un oficio peligroso, deliciosamente peligroso.

(Panero, 2006:287).

En este ámbito, la locura, el amor trágico, y la visión de la muerte son actos conocidos bajo los cuales se yerguen los versos de Victoria Morrison, como, por ejemplo: “Yo lo amo/Tanto que me sangran las encías cuando lo beso/Solo él puede hacer de mí un enjambre de orgasmos/Puede arrastrarme a la cama/Obligarme/Amarme/Odiarme/ ¡Ten piedad de mi Leopoldo! (…)” (21).  

Sobresale la angustia de una vida muerte, este juego constante entre la vida y muerte, entre lo real e imaginario, entre lo establecido y lo no establecido que raya en la locura. A través de estos versos nos preguntamos: ¿Cuál es el afán de esta hablante lírica? ¿Provocarnos incomodidad frente a hechos complejos, como la muerte y la locura? Ella divaga a través del inframundo, universo atiborrado de amor sexual, sensual, tragedia, epifanías ante el acto mortuorio, entonces surgen las interrogantes: ¿Es bella la muerte?, ¿Son bellos los amantes muertos?: “Masturbarme/Sin siquiera besarte/En tu lugar me besan mis x los muertos/Meten su lengua en mi boca/Muerden mis labios/Arden” (65) esta actitud permanente desafía a la naturaleza, mediante lo pujante de la insania, que busca atravesar esos muros de una estructura social declarada sana, en algunos puntos.

A través de estos versos se expone la belleza de la muerte, la belleza de la locura en sus aspectos sensibles y en estos puntos, esta hablante cabalga libremente por los océanos de la mente primigenia, una mente que solo expone la realidad de lo onírico, un mundo salvaje que contrarresta con nuestra sociedad llena de límites, temores, dudas e hipocresías. Esto se manifiesta de diferentes maneras: “Mi nombre es Mariela/Hoy cumplo 28 años/aquí encerrada nunca cumpliré los veintinueve/Estoy a un paso de cortarme la maldita oreja (…)” (48). “Hoy puedo cortar mis muñecas/Mañana/cubrir las cicatrices/Con cadenas de plata/Volver a la ciudad/creerán en mi cordura/En mi buen juicio/Sin saber que pasado mañana vuelva a tajear la piel” (54).

Mediante ellos tocamos o atisbamos a ciencia cierta, el universo de la locura, la tragedia de saberse expulsado de los límites del juicio, aunque nos mantengamos a salvo no sabemos cuándo podemos atravesarlos. Sin embargo, a través de estos versos, algunas nociones de ese mundo entran en nuestro interior, esto nos hiere, nos incomoda y nos hace reflexionar, nos preguntamos: ¿Qué aspecto de la poesía de Victoria Morrison es la que nos incomoda? Aquí muchos factores se conjugan, ya que la muerte, como mencioné al principio es un tema complejo en nuestra cultura occidental, que siempre trata de obviar estos temas y no los acepta completamente, más que nada por el miedo a lo desconocido que nos provoca enfrentarnos con lo mortuorio. En este sentido, la hablante se desdobla innumerables veces para redimir esta temática y mostrarnos esa belleza escondida emparentada con los elementos góticos, sobrenaturales y misteriosos que acunan este libro.

Desde otro punto de vista, sabemos que los locos y los niños son los únicos seres que son totalmente libres, libres de los límites impuestos por el sistema, de este modo el lenguaje encuentra un cauce fluido por el cual se puede expresar. En relación con esto, la herida terrible de la existencia pesa indiscutiblemente sobre nosotros, haciendo de estos versos un recordatorio de la trama de la vida. A pesar de todo, nos sentimos a salvo, sin embargo, quienes trabajamos con el arte continuamente jugamos con los límites entre la cordura y la realidad, asomarnos al mundo poético implica un riesgo, adoptar este sino nos lleva a replantearnos distintas formas de enfrentamientos con lo real. Esto se refleja muy bien, en los aires que adopta la hablante quien se desdobla innumerables ocasiones para dialogar mediante distintas voces esta tragedia de la vida, el amor, la muerte y la locura.

Referencias bibliográficas
Grandón Oñate, Mauricio. “El último hombre”: la inquietante extrañeza de Leopoldo María Panero. 2018. Recuperado el 2 de febrero de 2022. http://repositorio.udec.cl/jspui/handle/11594/3247
Poe, Edgar Allan. El cuervo y otros poemas. Ediciones Brontes. España. 2018.
Panero, Leopoldo María. El canto del llanero solitario. Revisado el 2 de febrero de 2022.
https://www.google.com/search?q=El+canto+del+llanero+solitario.+Leopoldo+Mar%C3%ADa+Panero.&ei=_JD5YrfdOe-G1sQPuOeFKA&ved=0ahUKEw.

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Claudia Vila Molina  é profesora de lenguaje de la PUCV, poeta y crítico literario.