“ESO DE AHÍ” POEMÁRIO DE MIGUEL MORENO (reseña) de Claudia Vila Molina

Sumergirnos en el espacio poético de “Eso de ahí” implica observar la poesía desde diferentes niveles que se vislumbran desde su lectura. En primer lugar, debemos destacar que los textos del poemario fueron creados entre los años 1989 y 2020, de ellos resalta el aspecto visual como parte intrínseca de la propuesta poética, luego el tópico político, punto imbricado al anterior, desde el que surgen diferentes elementos importantes a analizar. La poesía visual se ha encargado de recoger, deconstruir y traer ante nuestros ojos bajo nuevos preceptos, texturas y soportes del mundo artístico (dibujos, serigrafías, collage, fotografías) como relativos a las comunicaciones (tipografías, titulares, recortes, cartas, sellos) o a la publicidad (slogans, iconografía, estereotipos) los que constituyen fragmentos de aquella modernidad que han sido descontextualizados de sus usos comerciales para hacer ver, desde la vereda poética o artística, como el bombardeo constante de imágenes puede ser también reutilizado como material con fines estéticos. (Páez, 14)

Podemos afirmar que el lenguaje visual es tanto más potente que las palabras, teniendo además este, la particularidad de remitirnos a diferentes mensajes captados en base a los niveles expresados anteriormente. Un punto importante del texto se centra en la memoria, desarrollada mediante elementos gráficos extendidos como un crisol que atraviesa diferentes fases; las cuales no nos dejan inmunes ante un mensaje, continuo y claro, memoria política de nuestro país desangrado ante tanto recuerdo doloroso, que no debe pasar desapercibido, a pesar de los años.

A este primer “shock” experimentado en los 70, seguiría una nueva oleada de artistas y escritores, quienes han vivido y observado durante estos años con mayor detención los sucesos y las estrategias de dominación instauradas en el país. Desde un espacio periférico, se gesta una escritura que intenta denunciar y desestabilizar las relaciones de poder instaladas por la dictadura. (Páez, 20)

El tratamiento del lenguaje, apoyado en imágenes controversiales, construye un imaginario de voces ocultas, las palabras subterráneas han quedado merodeando en distintos espacios y nos llevan a reconocernos en el otro, en el marginado, desaparecido o masacrado por el sistema político imperante en el período político de la dictadura en Chile (1973).

El lugar desde el cual se desarrollará la escena de escritura chilena será el lugar del “margen”, desde el cual asegura su disidencia y garantiza la posibilidad de re-crear en el espacio los signos que desocupen el tramado urbano de la codificación impuesta por el orden represor (Brito, 16)

El símbolo en reemplazo de la palabra

La aparición del símbolo visual es parte de un lenguaje aún más global, que facilita el acercamiento al significado. En este ámbito, las fotografías presentadas o representaciones juegan un rol primordial en la forma en que el mensaje se potencia:

La escena de “avanzada” intensifica los cruces de textos e imágenes en obras que, desde la literatura, incorporan el dispositivo de la visualidad a la escritura, o bien, desde el arte, llevan las obras a asumir la textualidad como uno de sus recursos de organización de los signos. (…) se advierte una misma preocupación de los artistas por la “incorporación de textos a la obra de arte” (Richard, 1986: 97).

El cuerpo, se identifica en el texto, desde diferentes ópticas, pero a modo general es un bien de consumo utilizado por un sistema que lo fragmenta y vulnera de diferentes formas:

A)-Cuerpo como un territorio en constante vulneración física:                                                                    

Esto se aprecia a través de diferentes íconos o herramientas destinados a dañar el cuerpo, podemos intuir estos elementos, mediante los cuales el poder pretende acallar al hombre y terminar con su libertad. Esta libertad tanto física como sicológica, es intrínseca al ser humano. Sin embargo, el adoctrinamiento se produce mediante diferentes medios de coerción.

B)-Cuerpo como un instrumento de vulneración sexual:

La representación de símbolos tanto dentro del lenguaje escrito, como el visual aluden a agresiones y menoscabos hacia la mujer, por ejemplo: “Mientras tanto, FOLLAME GUARRA”, “Las huellas que han dejado miles de hombres inmaculando a las prostitutas”, “Las bellas alcanzables de calle Copiapó en Santiago de Chile”, entre otros. En este punto, el poeta utiliza un juego satírico como vía para mostrarnos la imagen dentro del contexto histórico, social, político y económico de los años 80. Se subentiende que la idea es provocar al lector, es decir, llevarlo hacia la reflexión tanto desde la masculinidad como desde la femineidad, y hacer de esto un contraste que permita obtener un raciocinio fértil hacia lo expuesto.

C)-Cuerpo como un territorio público, en vez de privado:

Si bien, nuestro cuerpo es nuestra única posesión, está claro que no somos dueños de él, sobre todo porque, el sistema en su afán por aplacar las libertades individuales ataca al cuerpo como una forma de detener el único poder que nos estaría quedando. De esta forma, el hombre es vulnerado en su derecho más fundamental, el respeto al cuerpo se ve deteriorado mediante diferentes vías.

En este sentido, el sistema invisibiliza, por ejemplo: “NNNN”, “Eso de ahí tiene nombre” demostrando la cosificación de la persona en diferentes grados y la rebaja del hombre a un bien de consumo, que puede ser desechado en cualquier momento. Ello involucra un desconocimiento del ser humano en toda su dimensión física, moral y sicológica.   Sin embargo, se aprecia como el poeta trata de visibilizar a la persona desaparecida y descartada abruptamente desde la sociedad.  Ello lo vemos en versos como: “Ruth: Todo lo que me dices lo haré”, “Dónde están, Aninao”, “Donde están, Gutiérrez”, “Dónde están, Valenzuela”.   Esto es relevante al vislumbrar dentro del lenguaje poético diferentes tipos de simbologías y mensajes.

La cruz como gran símbolo

Dentro de “Eso de ahí”, aparece numeradas ocasiones este ícono tanto en forma visual como escrita, lo interesante de ello es que este símbolo significa rechazo, estar marcado por la cruz es ser discriminado por ser diferente o alejado del estereotipo representado por la mayoría. Dentro de este contexto no nos referiremos a la cruz en términos religiosos o cristianos, aunque esta por sí misma lleva el signo del sacrificio en forma inherente. Dentro del texto la cruz simboliza aquellos desaparecidos, vulnerados en todas sus formas o tachados dentro del sistema. Uno de los gestos importantes es la identificación por parte del autor de estos crucificados, este gesto permite darle un nombre, entregar valor a la persona, el valor intrínseco que posee cada uno de nosotros, pero al momento de la desaparición se elimina.

El cuerpo y la perspectiva

Es relevante el juego realizado en torno a la perspectiva del cuerpo, apreciado mediante el texto: “Qué lejos te veo amor mío”, observamos una figura femenina, que con su cuerpo forma una cruz, lo cual retoma el punto tratado anteriormente. Esta perspectiva produce diferentes efectos en el lector, según el lugar desde el que se ubica esta figura, el mensaje final se completa en el juego dado entre imagen y texto. Ello conforma la noción de distancia, alejamiento y pérdida, los que recobran un eje importante dentro del significado, también relacionado con la memoria. Sabiendo que esta última es un nexo esencial inserto dentro del contexto mencionado dentro de la dictadura de Chile, años 80.

Referencias bibliográficas

Páez, Dennis. “Poesía visual en Chile. Una cartografía de las prácticas visuales en la poesía chilena”. 2012.Universidad de Santiago de Chile.

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Claudia Vila Molina  é profesora de lenguaje de la PUCV, poeta y crítico literario.