Afuera del supermercado se estaba juntando gente. Al pasar la vi en el medio. Habíamos estado juntos en el mismo hospital la última vez que me internaron. Era obvio que la habían expulsado del Mall. Es que ella cree que tiene derechos, no la culpo, es lo normal en los ciudadanos de este país, tan distinto del que me tuve que venir por obligación. Me reconoció. Me hizo un además con la mano. El policía que hablaba con ella me pareció sólido, consistente, bajo su máscara. Una joven policía mantenía a la gente a distancia. “Es inadmisible” le dije “que los supermercados no tengan una política especial respecto a las personas con problemas emocionales o mentales, especialmente durante esta pandemia”. No me respondió, pero sus ojos inquisitivos y quizás recelosos revelaban todo un contenido tras ellos, un mundo interior. Una ventaja de la pandemia—desde un punto de vista estrictamente personal—es que el evitar la proximidad, el contacto con los demás, se ha convertido en una virtud. La otra es que lo único que vemos de una cara ahora son los ojos. Antes, nuestra atención se iba hacia otros aspectos fisonómicos, para detrimento de nuestra captación de lo esencial, los ojos. La expresión de los ojos revela lo que se llama un alma, que se manifiesta en múltiples facetas, como los estados de ánimo (Stimmung) tan caros al investigador y simple aficionado a la poesía lírica. Pero incluso el hambre del animal salvaje, la fidelidad del humilde can, el auto contentamiento del gato son otras características, no siempre positivas, que indican la existencia de necesidades, afectos, etc., que es lo que nos hace humanos o animales, según sea el caso, y que se muestran a través de ese órgano de la visión. Continuar a ler “EL MIEDO A LAS VACAS – por Jorge Etcheverry Arcaya”
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