CONTOS MÍSTICOS de Moisés Cárdenas

 EN ALGÚN PERGAMINO

Siempre sentí curiosidad por Las Santas Escrituras y de saber sobre las profecías, los cumplimientos históricos, el conocer sobre la vida de los profetas,  aprender la etimología de las palabras, sus significados ocultos, los números y las señales. Desde niño, mis padres me leían pasajes de La Biblia y me mostraban el vasto universo en noches brillantes de estrellas.

Cierto día, asistí a un encuentro  bíblico que se celebraba en un amplio salón de una casa antigua. En el centro colgaba una lámpara grande con bellos cristales y faroles de diversos contornos, que encendida, emitía mágicas luces de colores.

En el lugar las personas se encontraban sentadas en sillas de madera. El ambiente era jovial, cálido, cariñoso y amable; todos me ofrecieron sus sonrisas. Busqué un sitio para sentarme.

Los presentes voltearon su vista cuando se abrió la puerta. Un señor de estatura media, delgado, vestido con atuendo largo rojo de bordes amarillos brillantes y con sus pies descalzos avanzó por el salón colocándose en medio del público.

Sacó de una caja de madera unos libros.

-¡Entrego la biblia judía!- exclamó con voz suave.

Quedé pensativo y en silencio me pregunté ¿Biblia Judía? ¿Será  la Torah, el Talmud, los libros de los Salmos, los libros de los Profetas Mayores y Profetas Menores? Mientras meditaba en la Biblia Judía, miraba detalladamente al hombre desde mi asiento, esperando que llegara mi turno para que me diera un ejemplar.

Con una mirada angelical me la entregó. Era un precioso libro empastado en cuero color vino tinto con hojas doradas.

La abrí y al pasar las páginas llegué a la mitad donde tenía escrita la palabra Tanaj. Embelesado traje a mi mente todos los libros que había leído, las historias que me contaban mis padres, los documentales de la televisión, conversaciones con eruditos y especialistas en temas religiosos. Mi memoria buscó significados. Recordé que Tanaj también significaba Micra.

Ojeé sus páginas y hallé תַּנַךְ (que significa tanakh) Pronuncié: «lectura o lo que he leído». Descubrí que eran las letras iniciales hebreas de cada una de las tres partes que componen los veinticuatro libros de La Biblia Judía. De las páginas salieron Torá (תּוֹרָה) Nevi’im, (נְבִיאִים), Ketuvim (כְּתוּבִים).Pronuncié: «Instrucción, Profetas, Escritos». De  mis manos las hojas se desprendieron. Dejé el libro sobre la silla. Me levanté.

Caminé hacia una gran ventana que estaba al fondo del auditorio; desde allí contemplé las casas de barro de techo plano y una empinada montaña que estaban detrás de las viviendas.

El religioso pronunció con voz nerviosa:

 -Israel estará en peligro.

En ese momento entró una fuerte brisa y las velas se apagaron una a una. La puerta se abrió. El místico caminó muy despacio hacia atrás, despidiéndose con una mirada triste y extraña como si no fuera a volver.

Las luces titilaron, la gente en silencio salió cabizbaja y melancólica. Noté que en una silla de madera había un viejo pergamino. Despacio lo abrí. Estaba en blanco.

-Busca el libro de Abraham, el libro de Abraham- escuché una voz armoniosa.

Sentí consternación con aquellas palabras. Me embargó la soledad. Miré de nuevo el papel, traté de buscar respuestas. ¿Por qué estaba en blanco?

-Busca el libro de Abraham- escuché de nuevo.

Caminé hacía el centro del lugar. Cayó desde la lámpara una hoja amarillenta, desgastada por el tiempo. Tenía escrito חֲמִשָּׁה חֻמְשֵׁי תּוֹרָה, Jamishá Jumshei Torá (los cinco quintos de la Torá).

-Busca el libro de Abraham- insistió.

Cerré los ojos. Una estrella resplandeció.

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MENSAJE

En una tarde lluviosa  mi amada Antonia y yo, nos resguardamos dentro de una galería. Allí encontramos una tienda con muchos libros apilados en su entrada.  -Voy a curiosear un poco- dijo ella al ver el negocio.

Me quedé afuera viendo la portada de los libros. Fijé mi atención en uno que estaba empastado en cuero color vino tinto. Lo tomé y al abrirlo observé que en sus páginas había dibujos de caballos alados.

Una fuerte brisa que salió de la tienda me sacó de mi ensoñación. Ingresé.

Vi colgados del techo: soldaditos de plomo, caballos de madera, cascos romanos, muñequitos medievales. Además había más libros, y estos estaban  acomodados en estantes.

Mientras mí compañera se entretenía con las telas de seda color violeta que colgaba de unas de las paredes, yo no dejaba de observar el lugar. -En la entrada están los mismos libros que se ven aquí- le dije susurrándole al oído.

Curiosa se acercó para verlos, la tomé de las manos y, juntos miramos con atención. Conseguimos un libro de hojas desgastadas con portada de cuero negro. Lo abrimos con cuidado, frente a nosotros se desprendieron imágenes de Tierra Santa. Desde afuera una suave brisa entró. Cerramos el libro y nos dejamos envolver por el sueño.

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ESTRELLA NACIENTE

Una noche fría caminando por el parque, Antonia y yo, nos detuvimos a ver la luna. Notamos que a su lado había una estrella resplandeciente. De pronto numerosas estrellas llegaron a unirse con ella. Todas formaron un anillo color violeta que,  poco a poco, se hizo más luminoso.

Cuando se completó la intensidad, el anillo giró de manera muy lenta reflejando luces en el cielo nocturno. Luego se detuvo. Pasó del violeta a un azul intenso que titiló unos minutos para dejar al descubierto una estrella en el medio. Desde ella se formaron otros círculos. Se dibujó un rostro feliz. Todo aquello era extraño e incomprensible. Sentimos nuestros cuerpos adheridos al suelo. Frente al fenómeno fuimos insignificantes. Una brisa acarició nuestros rostros y refrescó nuestros cuerpos. Volvimos en sí.

Del crespúsculo, aparecieron más estrellas que crearon figuras de diversos colores como una bella obra de arte.  Antonia me abrazó. La besé. Miramos de nuevo el cielo, los anillos emitieron brillosas luces verdes y giraron con fuerza hasta desaparecer. Un enérgico viento movió los árboles. Una estrella descendió y la luna resplandeció.

Caminamos rumbo a casa tomados de la mano en silencio en el umbral de la noche. Comprendimos que los seres humanos somos un fragmento de composición mineral simple en este universo. Las estrellas siguieron el rumbo de la esencia en el mensaje de la eternidad.

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Moisés Cárdenas, nació en San Cristóbal, Estado Táchira, Venezuela, el 27 de julio de 1981.
(Por razones de la diáspora  venezolana, actualmente radicado en Córdoba, Argentina)

Poeta, escritor, profesor y licenciado en Educación Mención Castellano y Literatura.  Egresado de la ULA-Táchira. Ha publicado en antologías de Venezuela, Argentina, España, Italia y Estados Unidos.
Finalista de la décima edición del Concurso Internacional de Poesía el Mundo Lleva Alas, Editorial Voces de Hoy, Miami, Florida, Estados Unidos de América, 2018. Finalista en el IV concurso de narrativa para autores noveles Manuel Díaz Vargas 2016-2017 de Ediciones Alfar, España. Primer premio, en el 15  Certamen Internacional de Cuento, Ediciones Mis Escritos,  con la obra “Puede ocurrir”, Buenos Aires, Argentina, 2016.